La temporada espeluznante con más de, digamos, 35 años puede ser complicada. Si no tienes hijos y no te gustan los disfraces, ¿qué puedes hacer para honrar Samhain que no sea tirarte en el sofá intentando encontrar los méritos técnicos de La casa de los muertos vivientes? (Créeme, no los hay.) Querido amigo, te tengo cubierto, aunque quizá para el año que viene, ¡así que vete planificando! Hersh Dagmarr, productor de synth-pop y sensación del cabaret se remueve en su ataúd. Desciende en túnel hasta el refinado Crazy Coqs, el lounge bar circular art decó, en lo más profundo de Piccadilly Circus, toma algo de comida francesa muy razonable de Zedel’s,…
Valoración
Excelente
Por debajo del Londres del siglo XXI, el Berlín de Weimar de 1930 resucita este Halloween de la mano de un apuesto vampiro de 90 años, con dotes para el teatro y una voz formidable.
La temporada de terror con más de 35 años puede ser complicada. Si no tienes hijos y no te gustan los disfraces, ¿qué puedes hacer para celebrar Samhain que no sea tumbarte en el sofá e intentar encontrar los méritos técnicos de un disfraz? La casa de los muertos vivientes? (Créeme, no hay ninguna.) Querido amigo, te tengo cubierto, aunque quizá para el año que viene, ¡así que vete planificando! Hersh Dagmarr, productor de synth-pop y sensación del cabaret se agita en su ataúd.
Túnel hacia el refinado Coqs locosEn Crazy Coqs, el bar lounge circular de estilo art decó, situado en las profundidades de Piccadilly Circus, podrá degustar comida francesa a buen precio en Zedel’s, o simplemente tomar un martini si lo que quiere es meterse de lleno en el personaje, e instalarse para pasar una velada sin un sombrero de bruja ni un “candy bar” a la vista.
Después de todo, ¿qué es lo verdaderamente terrorífico? Qué tal el periodo de entreguerras en Alemania y, más concretamente, en Berlín: la República de Weimar, una época de gran libertad y dura opresión. Cabaret, Christopher Isherwood, Bertolt Brecht y la fragilidad de los primeros pasos hacia la liberación gay de gente como Magnus Hirschfeld (uno de los primeros sexólogos). Además de la posterior ruptura de toda esta maravilla con la llegada de los nazis al poder.
Pero quién mejor para contárnoslo que Dagmarr, un antiguo vampiro rememorando y demostrando que el cabaret no es sólo una carrera para vivos. Con una impresionante coleta engominada y una tez pálida, se desliza por el pequeño escenario, luciendo un uniforme de preocupante aspecto fascista, salvado con broche y aplicaciones de piel en los hombros. Karen Newby es nuestra diestra pianista, que farfulla alemán durante toda la obra y suele ser el blanco de la comedia obscena de Dagmarr.
Levantamos las copas y nos deleitamos con voces que hacen temblar la China, detalles históricos y humor subido de tono. Una refinada selección de canciones nos ofrece algo más que los grandes números del musical. Cabaret que podías ver por una cantidad que te comía la lengua junto al río. No, no se trata de una visión “inmersiva” y contradictoriamente desorbitada de la época. Se trata simplemente de un hombre, a veces haciéndose pasar por mujer, cantando canciones extrañas sobre lecheras y gigolós a una sala de borrachos subterráneos bien vestidos (incluyéndome a mí). Le dejo que decida cuál es más auténtico.
Dagmarr vibra tanto en su lengua materna, el francés (con una Edith Piaf entusiasta), como en alemán. El tema “Sailors Tango/Wunderbar” de Kurt Weill, colaborador musical de Brecht, es uno de los más destacados y conocidos del repertorio. También tenemos algo de Marlene Dietrich en la forma de “Just a Gigolo”, que aparece en la desastrosa película de 1978 protagonizada por la estrella de cine y David Bowie (que es una visita obligada si quieres reírte a carcajadas de un desastre campestre). Hay una versión desternillante de “Oops I Did It Again” de Britney Spear, con el añadido de “meine liebe”. Por lo demás, las canciones son eclécticas y con ese extraño humor de los años 20/30 que puede parecer a la vez infantil y extrañamente cruel.
En el segundo acto, Dagmarr se pavonea en el escenario con un reluciente esmoquin blanco y lentejuelas en las solapas, mientras Newby canta canciones alemanas. Mi deseo de más referencias a la importante historia de la homosexualidad en Weimar se ve respondido musicalmente con ‘Maskulinum-Femininum’ de Mischa Spoliansky (padre del cabaret alemán) y el primer himno gay ‘Das Lila Lied’ (Canción de lavanda), haciendo que este viejo marica diluya su martini con muchas lágrimas saladas. Para terminar con broche de oro, con la esperada “La vida es un cabaret”, Dagmarr ilustra el contradictorio pero clarividente optimismo de la época: ¡vengan a escuchar la música!
Escrita, dirigida y producida por: Hersh Dagmarr
Vampiros de Weimar tocaron sólo una noche en Crazy Coqs. Más información sobre el espectáculo aquí.