Fri. Apr 26th, 2024

“No gorditos, ni mujeres, ni asiáticos”, dice alguien, describiendo un mantra que se ve en algunos espacios gay. Me alegro de que alguien lo mencione, y que la película reflexione sobre la óptica superficial real y percibida inherente a esa declaración. Cuando fui a Fire Island por primera vez hace más de 25 años, no menos de ocho personas se detuvieron para decirme explícitamente que estaba demasiado gorda para estar allí. Y este era mi veinteañero, en forma, cuerpo musculoso. Si me atreviera a aventurarme allí con mi cuerpo actual de padre de 52 años, la isla se hundiría en el Atlántico antes de que yo llegara. Exagero demasiado, sin duda, pero puede explicar por qué mi interés gravitó hacia las inseguridades de Howie. Quienes estén familiarizados con los personajes impetuosos que Yang interpretó en “Saturday Night Live” encontrarán aquí una interpretación más tenue e introspectiva, una que no escatima en bromas agudas pero que los fundamenta en un anhelo sincero de romance. Es un trabajo excelente que gana el gesto hilarante y grandioso que la película le da a Howie durante el clímax.

Gran parte del descaro esperado de Yang se trasplanta a Noah. Tiene una complexión física, es un putón sin disculpas y es el líder de facto del equipo multiétnico que incluye al dúo lascivo y bullicioso de Luke (Matt Rogers) y Keegan (Tomás Matos), y el juguetonamente crítico intelectual negro Max (Torian Miller). “¡Representar!” Le grité a la pantalla de mi computadora al ver el cuerpo grueso de Max. Desafortunadamente, pasa mucho menos tiempo frente a la pantalla que los hombres con cuerpos más estereotípicos con sus bañadores y sus paquetes de seis, como si la película lo escondiera. A pesar de eso, “Fire Island” es un correctivo refrescante y racialmente equilibrado para las comedias románticas queer habituales. Suelen ser diez veces peores que las comedias románticas heterosexuales y cuentan con clones interminables de hombres blancos ligeramente barbudos que se parecen al elenco de la Doonesbury tira cómica trasladada a Williamsburg, Brooklyn.

Kim Booster, quien también escribió el guión ingenioso y divertido, da cuerpo a varios personajes queer asiáticos, haciendo malabarismos con temas como el fetichismo racial con los conflictos de clases que poblaron las novelas de la era de su material de origen. Noah y su equipo ahorran sus centavos para este evento anual, que es parcialmente posible gracias a la casa que Erin compró después de ganar una demanda por lesiones personales. En comparación, los intereses románticos son mucho más ricos, y la casa que han hecho en la que Erin vive cómodamente parece una choza con techo de hojalata. “Fire Island” recibe una divertida broma del “portero” que saluda a Noah y su equipo cada vez que visitan la lujosa morada. “¿Puedo ayudarte?” pregunta con altivez, como si nunca los hubiera visto antes. Más de un invitado presumido intenta adivinar el origen étnico de Howie y Noah, uno de los cuales desciende tanto en la escala del fetichismo que está cubierto de tatuajes de anime.

By Sandra Winters

Writer | Author | Wordsmith Passionate about crafting stories that captivate and inspire. Published author of [Book Title]. Dedicated to exploring the depths of human emotions and experiences through the power of words. Join me on this literary journey as we delve into the realms of imagination and uncover the beauty of storytelling.